Los días 5 y 6 de marzo de 1982, en el Pabellón de Deportes del Real Madrid, Miguel Ríos grababa el doble álbum en directo Rock & Ríos, un disco que batió verdaderos récords de ventas y lanzaba por tercera vez a su protagonista al más dulce de los estrellatos, después de veintiún años en el tajo, subiendo y bajando los alegóricos infiernos que Dante Alighieri describió en su Divina comedia.
Es incuestionable que la humanidad, personalidad y espectaculares facultades vocales y escénicas de Miguel fueron la causa de tamaño espaldarazo, pero sería inexcusable olvidarnos de una serie de músicos y compositores que formaron parte de la llamada “Banda del Rock & Ríos”, quienes contribuyeron activamente en esa ascensión a los cielos rocanroleros del mítico cantante granadino. Como quiera que un servidor vivió aquella deliciosa locura desde sus inicios hasta su culminación, me permitiré, con absoluta modestia, proyectar algunas tomas cenitales de los hechos.
Rock & Ríos (Polydor, 1982)
Escena primera. Fecha: enero de 1978.
Lugar: cafetería de Fonogram, Madrid.
A finales de aquel año de 1978 Miguel hacía los preparativos de la grabación de Los viejos rockeros nunca mueren (1979), un disco en el que la tralla haría acto de presencia en cortes como Un caballo llamado muerte y Rockero de noche -música: Javier Vargas-. Su compromiso con el rock lo sellaba en el precioso tema que daba título al álbum, con música de Juanito Cánovas, y textos muy emotivos del propio Miguel.
El regreso del juglar (audio HQ)
Las bases y overdubs se hicieron en los estudios Eurosonic, de Madrid, con Pepe Loeches manejando con maestría la mesa de sonido, contando chistes, y haciéndome perder un colmillo, al intentar, estúpido de mí, partir con los dientes una china que me pidió. Nunca le pasé la factura del dentista: grabó unas potentes guitarras, a pesar del flácido sonido transistorizado que emanaba de un amplificador HH.
Aquella mañana, la inmensa cafetería de la compañía estaba atiborrada de empleados y músicos, la máquina de hacer café no paraba de lanzar molestos silbidos, que peturbaban una importante resaca mía, y una camarera rubia, apoyada sensualmente en el mostrador, intentaba explicarnos, entre el desagradable murmullo general, por qué se habían agotado las existencias de croisants y no podríamos desayunar como Dios manda, antes de iniciar una dura jornada y meternos a grabar en el estudio hasta altas horas de la noche.
Mientras hacía cola y me dirigía hacia la caja registradora con una bandeja en la mano, en la que sólo se veía un zumo de naranja aguado y cuatro cafiaspirinas, me topé con Miguel Ríos, quien la tarde anterior se había pasado por el estudio para, por insistencia de mi productor, Julián Ruiz, cantar un tema conmigo, mano a mano.
Miguel, tan cojonudo como siempre, accedió a tamaña locura -no sé si le debería algún favor a Julián, y tragó-, pero lo que salió de aquella sesión, que espero no vea la luz en la vida, fue algo parecido al dúo Pimpinela en ácido, siendo yo la tía -por mi voz susurrada y agudita-, y Miguel el tío -por su voz impostada y de machote-. De haberse publicado en tiempos del gay rock, estoy seguro de que hubiese sido un magnífico referente de la época.
Una vez pagado el zumo de naranja, Miguel y yo nos sentamos en una mesa, y, después de comentar la pinta de estirado que se gastaba el Director General de la compañía, me dijo: “Salvi, quiero contar con temas tuyos para mi próximo disco”. ¡Dios ...!!!!!! Mi impresión fue tal, que tiré al suelo la copita de zumito, se me atragantaron las cafiaspirinas, y los efectos de la resaca desaparecieron como por arte de magia. Quedé completamente noqueado con sus palabras.
Meses antes, había asistido a la presentación, en la casa de Granada, de su elepé Al-Andalus (1977), en el que Miguel combinaba la lírica andalucista iniciada por Triana, con magníficas y elaboradísimas armonizaciones musicales a cargo de Luis Fornés, que poco o nada tenían que envidiar a las de agrupaciones de jazz rock, tipo Mahavishnu Orchestra o Return to Forever.
Eso, en aquel momento, era demasiado para mí, y le respondí con total franqueza: “Brother, para mí es un honor lo que me propones, pero, realmente, no sé si podré escribir cosas como las de Al-Andalus”. “No, no, lo que busco son canciones como las que tú haces”, dijo él, lo cual significaba que pasaría de utilizar sesenta acordes, y otras tantas extensiones, para retornar a las tres, o a lo sumo cuatro o cinco, cejillas del R&R.
Al-Andalus (Polydor, 1977)
Como por entonces mi fecundidad compositora era escasa, le expliqué que había agotado todo mi repertorio en el elepé que estaba grabando, recomendándole que hablara con Javi Vargas, guitarrista de mi grupo, Banana, quien estaba conmigo en el estudio y tenía algunas piezas que seguramente le podrían servir, prometiéndole colaborar con él en cuanto mi exhausto cerebro se hubiese repuesto del esfuerzo.
Banana (Polydor, 1978)
Así surgió una amistad y camaradería que se vería refrendada pocos meses después, cuando me invitó a participar en la famosa gira “La Noche Roja”, en la que interpretaba temas de Al-Andalus, acompañado por esa magistral banda llamada Guadalquivir.
`La Noche Roja´. 7 de julio de 1978.
A finales de aquel año de 1978 Miguel hacía los preparativos de la grabación de Los viejos rockeros nunca mueren (1979), un disco en el que la tralla haría acto de presencia en cortes como Un caballo llamado muerte y Rockero de noche -música: Javier Vargas-. Su compromiso con el rock lo sellaba en el precioso tema que daba título al álbum, con música de Juanito Cánovas, y textos muy emotivos del propio Miguel.
“Hoy al escuchar los viejos temas
Me encontré con veinte años más de carretera
Un largo camino que me enseña
Que los viejos rockeros nunca mueren.”
Los viejos rockeros nunca mueren (Polydor, 1978)
Escena segunda: despacho de Carlos Narea, A&R de Polydor.
Edificio Fonogram, Madrid.
Edificio Fonogram, Madrid.
Carlos Narea entra a trabajar como A&R de Polydor en octubre de 1977. En 1979 asume mayores responsabilidades artísticas, al producir las voces del elepé de Miguel Ríos Los viejos rockeros nunca mueren (1979), y la práctica totalidad de mi segundo elepé solista, Recién pinchado (1979), en el que Miguel canta El regreso del juglar (1980), primer tema que componemos y grabamos juntos. El buen trabajo de Carlos reafirma a Miguel en su idea de que produzca su siguiente disco: Rocanrol bumerang (1980).
Recién pinchado (Polydor, 1979)
El regreso del juglar (audio HQ)
Antes de ingresar en Polydor, Narea había formado parte de Santiago, un potentísimo grupo chileno de rock&pop, radicado en Colonia, Alemania, compuesto por Tato Gómez (bajo, guitarras eléctricas y acústicas, y cantante, exEmbrujo), Mario Argandoña (batería, guitarras eléctricas y acústicas, y cantante), Carlos Eduardo “Chico” de los Reyes (teclados) y él mismo (percusión, guitarra acústica y cantante), cuatro musicazos, con buen repertorio, magníficas voces en armonía, sólida sección rítmica, y un concepto de producción tremendamente profesional. Aparte de eso, su productor y mecenas era Dieter Dierks, el mismo de los Scorpions.
Publicaron un primer álbum, New guitar (BASF, 1974), grabaron otro que no llegó a editarse, y, en junio de 1976, cuando la EMI les ofrecía un contrato por tres años, Chico de los Reyes y Carlos Narea dejaban el grupo. El primero, para mudarse a Frankfurt y trabajar con Frank Farian, productor de Boney M y otros artistas. Narea, para entrar en la industria discográfica española, ámbito que su señora madre, Miriam Schrebler, directora artística de RCA, conocía a la perfección.
Carlos Narea, "Chico" de los Reyes, Mario Argandoña
y Tato Gómez. New guitar, Santiago, 1974.
y Tato Gómez. New guitar, Santiago, 1974.
Tato Gómez y Mario Argandoña siguen adelante con el grupo, incorporando al galés John Parsons (guitarra solista -Fender Telecaster, Gibson ES-335-) y al franco-americano Serge Maillard (guitarra y cantante), miembros de She´s French, un grupo de la ciudad inglesa de Leeds -estudiantes del Leeds College of Music-, en el que también militan el cubano-malagueño Sergio Castillo (batería) y el chileno Paco Saval (teclados).
Esta segunda formación de Santiago: Gómez, Argandoña, Parsons y Maillard, mantiene su sede en Colonia, graba un nuevo álbum, Walking the voodoo nights (EMI, 1978), recibe un premio al mejor nuevo artista de Alemania, y se separa en 1979.
Tato Gómez. Santiago. Alemania, 1978.
(Foto: Archivo de John Parsons)
Mario Argandoña. Santiago. Alemania, 1978.
(Foto: Archivo de John Parsons)
John Parsons. Santiago. Alemania, 1978.
(Foto: Archivo de John Parsons)
Serge Maillard. Santiago. Alemania, 1978.
(Foto: Archivo de John Parsons)
Escena tercera. Estudios Eurosonic, febrero de 1980.
Grabación del elepé Rocanrol bumerang
Rocanrol bumerang (1980) fue el elepé que terminó por confirmar el éxito de Miguel Ríos, en esta nueva etapa suya. Empezó a grabarse a principios de 1980, cuando un servidor ya había iniciado su disidencia londinense, por lo que volví a Madrid para registrar las guitarras de un par de temas míos: La ciudad de neón y Rocanrol bumerang.
La histeria rockera se completaba con un par de cortes de Javier Vargas: El laberinto y Nueva ola -de su grupo Pasarela-, y una revisión del famoso Jeannie, Jeannie, Jeannie, de Little Richard, que Miguel tituló Lúa, Lúa, Lúa, homenajeando con ella a su recientemente nacida hija, Lúa Ríos Watty.
Roque Narvaja, famoso cantautor argentino, aportó una de sus más bonitas baladas: Santa Lucía. Lo mismo hicieron los teclistas madrileños Rafa de Guillermo (exPop-Tops) y Mariano Díaz (exFranklin), con sus respectivos Compañera -cuyo texto Miguel dedicó a su mujer: Margaret Watty- y El sueño espacial.
Rafa de Guillermo. 1978.
(Foto: Tito Saldaña)
Para la realización de Rocanrol bumerang, Narea llamó a su excompañero Tato Gómez, y así compartir juntos las labores de producción, aparte de hacerle tocar el bajo, instrumento que dominaba y hacía sonar como los dioses, pegadito a la batería del alemán Willy Ketzer, miembro del grupo de filiación jazzista Passport.
Las bases y overdubs se hicieron en los estudios Eurosonic, de Madrid, con Pepe Loeches manejando con maestría la mesa de sonido, contando chistes, y haciéndome perder un colmillo, al intentar, estúpido de mí, partir con los dientes una china que me pidió. Nunca le pasé la factura del dentista: grabó unas potentes guitarras, a pesar del flácido sonido transistorizado que emanaba de un amplificador HH.
El ingeniero de sonido Pepe Loeches.
(Foto: Archivo de J.A. Lloret)
Las mezclas y otros overdubs se hicieron en Colonia, en los estudios del ingeniero de sonido Conny Plank, donde intervinieron Mario Argandoña (batería y coros), Chico de los Reyes (teclados), Serge Maillard (coros), John Parsons (guitarras), Tato Gómez (bajo y coros) y Carlos Narea (percusión y coros). Es decir, las dos formaciones de Santiago al completo. Su categoría y profesionalidad hicieron de ese disco algo memorable.
Antes de despedirme y retornar a Inglaterra, Carlos y Tato me dieron el teléfono de su amigo el exShe´s French Sergio Castillo, que ahora vivía en Earls Court, Londres, sugiriéndome que le llamase. Seguramente pensaron que por nuestras raíces caribeño-españolas -él es un caribeño criado en Málaga; yo, un madrileño pervertido en el Caribe- nos llevaríamos bien, y afrontaríamos con mejor humor nuestra pelea por abrirnos paso en el aburrido circuito profesional británico.
Estaban en lo cierto. Casi nos trincan en una redada, en la que “the old Bill” (la pasma, en cockney) usó como cebo a unas tías que estaban buenísimas, algo típico de Scotland Yard. No picamos, pero estuvimos a punto ...
Sergio Castillo. She´s French. Leeds, Inglaterra, 1977.
(Foto: Archivo de Sergio Castillo)
Escena cuarta. Distintos escenarios y localizaciones, enero de 1980-marzo de 1982.
Miguel me llama desde Madrid, informándome de que el disco funciona muy bien, y que va a emprender una gira en la que estarán Tato Gómez (bajo y coros), Mario Argandoña (batería y coros), Carlos Narea (percusión y coros), Javier Vargas (guitarra solista), Rafa de Guillermo (teclados) y, ¡ oh, sorpresa!: Thijs Van Leer, organista, flautista y cantante del mítico, y recientemente desaparecido, grupo holandés Focus. Según entendí, Tato acababa de colaborar con él, lanzándole la propuesta de irse a España a tocar en la banda de Miguel, a lo que Thijs (se pronuncia: Tais) aceptó de buen grado.
Moving waves. Focus (Polydor, 1971)
Thijs Van Leer, en primer plano, con Focus. Reino Unido, 1972.
(Foto: Revista Melody Maker)
Tuve la suerte de unirme a ellos en septiembre de aquel año, al pasar por Madrid y pedirme Miguel que sustituyese a Javi Vargas, quien, sin avisarlos previamente del mochuelo, los dejaba para irse a la mili, pudiendo comprobar cómo aquéllo sonaba demoledor, llenaba campos de fútbol, y el señor Ríos Campaña se mostraba en mejor forma que nunca.
En febrero de 1981, en pleno “Tejerazo”, se iniciaba la grabación de Extraños en el escaparate (1981), un álbum en el que se incorporaron nuevos colaboradores, como el poeta gallego Xaime Noguerol, o el guitarrista Paco Palacios.
"To er mundo ar zuelo"
El teniente coronel Antonio Tejero Molina toma el Congreso de los Diputados.
Madrid, Carrera de San Jerónimo, 23 de febrero de 1981.
(Foto: Efe / Manuel Pérez Barriopedro)
Extraños en el escaparate (Polydor, 1981)
Un año después, Miguel preparaba la grabación de un nuevo disco en directo, también producido por Carlos Narea y Tato Gómez, en el que la banda de acompañamiento sería la siguiente: Thijs Van Leer (teclados y flauta), Mariano Díaz (teclados), Antonio García de Diego (guitarra y voces, exFranklin, exCanarios), John Parsons (guitarra), Paco Palacios (guitarra y voces), Tato Gómez (bajo y coros), Mario Argandoña (batería, percusión) y Sergio Castillo (batería).
Demostrando una vez más su calidad humana y sentido de la amistad, Miguel tuvo el detalle de llamarme para que participara como invitado y disfrutara tocando en cuatro temas míos -la música- y suyos -la letra-: Rocanrol bumerang, La ciudad de neón, Banzai, y Reina de la noche.
Antonio García de Diego, Mariano Díaz y Paco Palacios.
Ensayos del Rock & Ríos. Estudios Polydor, marzo 1982.
(Fotos: Antonio Mulá)
A continuación, el productor Carlos Narea retoma esta filmación retrospectiva, enfocando unos primeros planos impactantes, llenos de realismo y suspense.
“La fuerza del directo de Miguel era conocida. La vi en los conciertos de “La Noche Roja” y la viví durante las giras de 1980 y 1981, en las que iba de percusionista y corista. Empezamos a hablar entonces de hacer un buen disco en directo. Al mismo tiempo, se habían sobrepasado los 'contractuales' diez años desde la grabación original del Himno de la alegría, tema que le pedían en todos los conciertos pero que no estaba en el repertorio, por lo que Miguel tenía muchas ganas de grabarlo otra vez con un arreglo más 'rockero'.
Miguel Ríos, Mario Argandoña, Carlos Narea y Salvador Domínguez.
Estadio de la Romareda, Zaragoza, octubre de 1980.
(Foto: Matías Uribe / Diario El Heraldo de Aragón)
A finales de la gira del '81 nos metimos en una sala de ensayo para montarla con la intención de estrenarla en Granada, lo que hicimos en la Plaza de Toros. No recuerdo la fecha. El arreglo era una mezcla de la versión original y una adaptación de la versión que había grabado poco antes Ritchie Blackmore (en el elepé de Rainbow Difficult to cure -1981-), lo que nos había dado mucha rabia porque sentíamos que se nos había adelantado por poco.
Se fijaron las fechas de los dos conciertos, que se grabarían el 4 y 5 de marzo del 82. A principios de año trajimos a Tato Gómez a Madrid -con él habíamos coproducido los dos discos anteriores- y estuvimos en casa de Miguel decidiendo el repertorio y componiendo temas nuevos. Ahí compusimos la música del Blues del autobús (1982), y Tato y Miguel compusieron Bienvenidos (1982) una noche en la que yo ya me había ido a mi casa -Tato dormía en la de Miguel-. No hace falta decir que no me hubiera importado nada ser también coautor de ese tema ... (risas).
La discusión del presupuesto fue dura. Queríamos traer una buena unidad móvil -en España no había ni una aún- y mezclarlo en Londres. El presupuesto nos daba para traer la Mobile One dos días y mezclar en Marcus Studios cuatro días. Como el disco era un elepé doble, significaba que tendríamos que mezclar una cara por día. En algún momento pensamos en la posibilidad de mezclarlo en Los Ángeles o Nueva York con mi paisano Humberto Gatica. Lo llamé y se lo propuse. Me preguntó cuánto tiempo teníamos para hacerlo y cuando le dije que sólo cuatro días me dijo: “Carlitos, yo no puedo hacerlo tan rápido. Con decirte que voy a estar ahora dos semanas haciendo pre-mezclas del nuevo disco de Chicago...” Me quedé hundido -por un rato-.
A la hora de formar la banda, lo que se hizo fue juntar -muy de Miguel- las dos que habían hecho las del 80 y el 81 para que, en lo posible, todos participaran de la fiesta. Nos apetecía muchísimo además que hubiera dos baterías, como en los Doobie Brothers. Yo, desgraciadamente, no podía estar en el grupo porque iba a tener que estar en la Mobile mientras se grababa.
Los ensayos se hicieron en los antiguos estudios de Polydor, en el complejo de la Avenida América, que ya veníamos usando como sala de ensayo desde el Rocanrol bumerang (1980). El estudio -donde grabaron Paco de Lucía, Camarón, Nino Bravo, Fórmula V, Dolores etc., etc., etc.- se había quedado antiguo y -me imagino que ya estaban pensando en dejar ese sitio que a mí me encantaba, porque estaba todo ahí: estudio, oficinas, imprenta y fábrica- no lo renovaron. Se perdió un estudio pero ganamos por un tiempo una buenísima sala de ensayo que seguimos utilizando incluso hasta 1988, cuando hicimos el álbum 80/88 de Nacha Pop.
La Avenida de América. Tras los árboles de la izquierda
estaban las instalaciones de Fonogram.
(Foto: Archivo Wildguitar)
Fueron dos semanas de ensayos en los que se fue viendo que la banda era demoledora. Hay una anécdota muy graciosa de Thijs van Leer. Sonaba el grupo como una mole y en un momento Miguel dijo: “¡Con este grupo te puedes ir de gira por todo el mundo!” Thijs, muy serio, le dijo: “It's just a phone call!...” (en castellano: “sólo hay que hacer una llamada telefónica”). La frase quedó para siempre y todavía la utilizamos de vez en cuando.
Tú participaste en esos ensayos, así es que no hace falta que te cuente mucho más [se dirige al autor de este libro]. Se fueron montando los temas y sobre todo los medleys, como el de temas de Topo, Tequila, Moris, Leño etc., y Thijs compuso una introducción preciosa para el Himno de la alegría.
El riesgo de grabar sólo dos conciertos era grande -y sigue siendo habitual hacerlo así-. No íbamos a tener tiempo para corregir nada por lo que una de las dos tomas de cada tema tenía que ser 'la buena'. La segunda fue la mejor y fue, casi completamente, el concierto que se utilizó para el disco.
Lo único que queríamos reforzar eran los coros. Como la Mobile, que estaba aparcada detrás del Pabellón de Deportes del Real Madrid se marchaba al mediodía del día 7, nos fuimos a las diez de la mañana y en el mismo camión Mario, Tato y yo nos cantamos el concierto de arriba abajo, de una sola pasada, casi como en directo pero sin público, sólo Miguel y Barry Ainsworth, dueño de la Mobile One e ingeniero de grabación de los conciertos.
Barry tampoco podía negarnos trabajar un poco porque había llegado tarde con la unidad el dia 4, haciéndonos pasar mucho susto durante algunas horas. El pobre Carlos Pinto, entonces director de Polydor, subía y bajaba con su coche por la carretera de Burgos buscándola.
Sentados: Miguel Ríos y Barry Ainsworth.
De pie: Carlos Pinto, Carlos Narea, Juan Antonio Parejo y Tato Gómez.
Mobile One. Madrid, 7 de marzo de 1982.
(Foto: Antonio Mulá)
Grabamos en 48 pistas. Es decir, dos Studer de 24 pistas sincronizados. La técnica de 'linkear' estaba muy en pañales. Incluso Peter McNamee, que fué el técnico de PA de los conciertos, me había metido miedo diciéndome que no lo hiciera, que eso no funcionaba. Pero no podía hacer otra cosa. Me hacían falta todos esos canales, asi es que lo primero que hice fué distrubuir el grupo de manera que tenía una batería en cada cinta, un teclado en cada una y repartí las guitarras -que eran muchas- (al menos cuatro: John Parsons, Antonio García de Diego, Paco Palacios y Salvador) y en las dos grabé la voz de Miguel. Al menos, si ocurría un desastre, tenía `algo´.
Miguel Ríos, Thijs Van Leer y John Parsons.
Pabellón de Deportes del Real Madrid, 6 de marzo de 1982.
(Foto: Revista Popular1 / Mariano García)
Viajamos a Londres y nos metimos, con Rafe Mckenna de ingeniero y Femi Jiya de asistente, a mezclar durante cuatro días en Marcus Studios. La primera sorpresa fué que la sincronización fallaba. Hubo momentos de pánico pero el técnico de mantenimiento del estudio, cuyo nombre no puedo recordar pero le estaré toda la vida agradecido, logró que las máquinas leyeran el código y se sincronizaran. Bueno, que se sincronizaran algo, porque el problema era que había que rebobinar más de un minuto para que se 'engancharan' bien. Era horrible. Cada vez que nos equivocábamos o queríamos mezclar mejor un trozo, teníamos que volver atrás un montón. Tanto, que cuando llegabas otra vez al sitio donde te habías quedado, ya casi se te había olvidado lo que ibas a hacer.
Fueron cuatro días intensos, emocionantes también porque se sentía que era un 'señor' disco, y una larga, larguísima noche final. Habíamos mezclado todo y nos quedaba editarlo para que tuviera continuidad etc.. Rafe se puso mal del estómago y se echó a dormir debajo de la mesa de mezclas y Miguel cayó agotado el el sillón del control. Editamos, Femi y yo, todo el disco durante la noche. Femi era entonces un chaval, muy negrito y muy simpático, que más tarde vi en los créditos de varios discos de Prince, como ingeniero. Estamos hablando de tiempos donde no existía ni la automatización de las mezclas, ni existía la tecnología digital. Todo se hacía artesanalmente, cortando las cintas con hoja de afeitar, etc. Un “currazo” ...
A las nueve de la mañana del día siguiente lo terminamos, desperté a Miguel y salimos disparados a masterizarlo. Teníamos cita a las doce del mediodia y luego por la tarde teníamos el avión de regreso. El presupuesto era tan apretado que los billetes eran tarifa APEX, que significaba que si perdíamos el vuelo teníamos que comprar un billete nuevo, lo que no nos podíamos permitir.
Lo masterizamos y regresamos a Madrid. Se hizo la portada con fotos de los conciertos. La diseñaron los del departamento gráfico de Polydor. El logo es de ellos: José R. Cotelo, Barea y Javier G. Arroyo, unos tios muy molones a los que, luego, el festival “Rock in Rio” les plagió el logo. Es igual. Pero no estaba registrado. ¡A quién se le iba ocurrir que alguien lo copiaría! Después, vinieron las giras etc.... pero eso es otra historia mi pequeño Adam ...”
(Carlos Narea, productor discográfico)
Reflexiones finales
DVD del Rock & Ríos (Universal, 2005)
Transcurridos ya 30 años de aquella divina locura, uno no puede dejar de pensar en cómo el Rock hispano alcanzó entonces su punto culminante, con un público enfebrecido, hambriento de nuevas emociones y sensaciones, que llenaba campos de fútbol y polideportivos para disfrutar en libertad de su música favorita: el Rock ...
Aquélla fue una introspección en lo lúdico de lo más curiosa, en la que tuvo mucho que ver la llegada de la democracia -o más bien el fin de la dictadura- y la consiguiente aparición de una nueva generación para quienes el nombre de Franco era un arcaísmo medieval obsoleto y de mal gusto.
Los más lanzados de esta tropa se enzarzaron en una idílica lucha cuerpo a cuerpo, con la intención de lograr un mayor grado de libertad: que no te empapelaran por fumar un porro, meterte una loncha, bombearte un buco, fornicar en la calle, travestirte de macho a hembra, y viceversa, o insultar al madero -todavía vestido de gris- que te pedía la documentación. Así fueron y serán siempre las cosas. No sólo en España; en todo el mundo. A un largo período de represión le sigue otro de completo desmadre.
La euforia estaba desbordada: el morbo, desatado, y el interés por deslizarte entre los distintos recovecos del Arte era una hipótesis no tan a trasmano. La gente quería aprender, leer nuevos libros, ver buen cine, ir a galerías de arte -no sólo a pedirle el teléfono a la galerista-, tomarse una copa en una exposición de fotografía, o asistir al estreno en España de Easy rider -en el cine Infantas, de Madrid-, con la presencia de su director, Dennis Hopper, casi diez años después de haber sido rodada.
Próximo capítulo: La banda de Muddy Waters, 1948-1958.
Próximo capítulo: La banda de Muddy Waters, 1948-1958.
Esta historia está tomada íntegramente del libro de Salvador Domínguez:
© del texto: Salvador Domínguez
Testimonios originales y protegidos legalmente.
© de las fotografías reservado a sus autores y/o a los propietarios de los archivos gráficos.
Gracias por el documento. Ya sabes, lo hicísteis por que no sabíais que era imposible
ResponderEliminarBRUTAL!!!!
ResponderEliminarEso que dices de que "el nombre de Franco era un arcaísmo medieval obsoleto y de mal gusto" deberíais haberlo dicho cuando Franco vivía (si es que hubieseis tenido cojones, claro).
ResponderEliminarTodos sois muy "luchadores" a toro pasado.
Mira, niño Asken, yo soy hijo del exilio. Desde niño me cagué en esa mierda. No creas que todos somos tan "aprovechados" como tú.
EliminarMás respeto, chaval ...
Muchos cojones tienen los que tienen un arma ante alguien desarmado ¿verdad asken? ¿eso es tener cojones?
EliminarAsken, das asko.
EliminarGrande Maestro
Eliminarcuanta razon tienes
Eliminarjoder asken, qué tonto llegas a ser. Las cunetas de media españa están llenas de luchadores con cojones.
ResponderEliminarImpresionante artículo. E imprescindible el Rock&Rios.
ResponderEliminarMiguel en Gran Bretaña seria SIR Miguel Rios. Grande. Muy grande. 32 años y sigue electrizando su ritmo rockero. Grammy reciente concedido aparte y muy merecido. Ese Reina de la noche es puro rock de 24 kilates...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAnte todo mi admiración por tu trayectoria, Salvador, algunas de tus canciones han marcado mi vida, especialmente las del Rock & Ríos y tu primer disco con el grupo Banzai. Gracias.
ResponderEliminarHace años que me di cuenta que, igual que el tema Banzai tiene versión en estudio dentro del "Extraños en el escaparate", debería haber una versión en estudio del "Reina de la noche" previa al Rock & Ríos o en tu discografía y no la encuentro, nadie sabe de ella. ¿Existe? Me encantaría conocerla y hablar de ella en alguno de mis blogs y en el de algún amigo, descubrírsela al gran público, como la canción perdida de Robert Johnson en la película Cruce de Caminos :)
Un fuerte abrazo.
No existe "Reina de la noche" en versión de estudio porque junto a Bienvenidos, Generación Límite y el Blues del autobús se hicieron nuevas para este concierto
EliminarGracias Salvador por todo lo que nos has dado.Tenía 15 años cuando lo del Rock and Rios, todavía lo tengo muy presente.Soy músico y esa época fué tan rica y potente que no me dió tiempo a asimilar todo lo que salía.Felicidades por tu nuevo trabajo Recuperemos la Ilusión (que buena falta nos hace).Gracias maestro!
ResponderEliminarNunca antes en España se había hecho algo así....en pLan concierto internacional con dos baterias en escena...esa escenografía...Miguel marcó un claro antes y un después en la historia de la música rock de este país. Él y silo él se atrevió a hacer algo impensable....y el resultado...una genialidad, un doble disco en directo al estilo figura internacional consolidada del rock....todos tenemos algún doble en directo de finales principios de los 80,s de nuestra banda internacional favorita. Algo impensable en España por entonces. Si señor Miguel y su banda repleta de auténticoS músicos, los mejores del panorama en aquel momento, muchos de los cuáles acompañaron en grandes giras a portentos cantantes de prestigio y mmadurez en sus giras. Lo hicieron porque no sabían que era imposible!!!. Y POR ello formaron parte ya eternamente de la historia musical de este país como pioneros y padres de una hazaña imposible de repetir. Gracias Miguel...gracias Salva.gracias por existir, y por haber estado ahí cuando era impensable hacer algo así en la piel de toro!!!.
ResponderEliminarSalvador, buenisimo documento, y que pedazo de banda la del Rock & Ríos!!!
ResponderEliminarSalvador, buenisimo documento, y que pedazo de banda la del Rock & Ríos!!!
ResponderEliminarEl mejor concierto de la historia del rock español. Tuve la suerte de conocer a Paco Palacios. Todo un genio y adelantado a su tiempo.
ResponderEliminarQueridos amigos,
ResponderEliminarMi nombre es José García Santamaría, soy sobrino de “Paco Palacios” os escribo para informaros que a Paco le han otorgado una calle a su nombre en la ciudad donde nació, Alcalá de Henares, tras muchos años de lucha con los diferentes equipos de gobierno hemos conseguido hacerle un hueco en la historia alcalaína.
El acto tendrá lugar el viernes día 3 de Junio de 2016. A lo largo de la tarde sobre las 18.30 o 19 horas dará comienzo el nombramiento de la calle, situada en la entrada principal de la Ciudad de Alcalá de Henares, en Avenida de Madrid, acudiendo el Alcalde y su equipo de Gobierno.
Una vez finalice el nombramiento de la calle nos trasladaremos al Centro de la Ciudad, a la plaza de Cervantes. Allí sobre las 20h o 20:30 comenzará el homenaje a Paco Palacios, disfrutaremos de un concierto que tocarán diferentes grupos de música alcalaínos que conocían a Paco.
Antes de despedirme quiero daros las gracias a todos, y deciros sinceramente que en esa placa donde ponga Paco Palacios habrá un cachito de cada uno de vosotros, y por eso nos encantaría que pudieseis participar.
Un saludo.
(Cualquier información no dudéis en contactar conmigo a través de jgpalas@gmail.com o 676653859)
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ResponderEliminarHoy se cumplen 35 años de la grabación de esta obra maestra del rock hispano. Muchas gracias Salvador por documentar lo que fue aquella increíble aventura.
ResponderEliminarImpresionante!!!
ResponderEliminarFantástico documento, gracias :)
ResponderEliminarSalvador, los que hemos asistido al 40 aniversario del Rock And Ríos, te hemos echado de menos. Un abrazo.
ResponderEliminarHola
ResponderEliminarAlguien que me de mas información de mariano diaz, es un excelente musico pero hay muy poca información de el
Gracias